Secularización e individualismo social

En 1992 Francis Fukuyama publicaba su libro: “El fin de la Historia”. En él exponía la tesis de que el capitalismo y la democracia liberal habían terminado definitivamente con las ideologías. Tras la publicación del libro fueron muchas las críticas, lo que en cierta medida fue un reconocimiento de la increíble importancia que la idea había ido cobrando. Posteriormente se ha demostrado que el proceso no ha sido tan definitivo como postulaba Fukuyama, pero sí se puede afirmar que ha sido uno de los factores determinantes en el deterioro de factores culturales, políticos y sociales vinculados a valores colectivos que han sido sustituidos por un mayor interés de lo individual. Esta decadencia de la ideología ha sido denominada en los círculos académicos de las ciencias sociales como secularización. Entendiendo por secularización el alejamiento de los ciudadanos de creencias religiosas o ideológicas y el deterioro de las instituciones que, basándose en esas creencias o en fuertes connotaciones de solidaridad de grupo, estructuraban gran parte de la vida social. 

El orden social ha estado organizado tradicionalmente por arraigadas instituciones basadas en las divisiones sociales, especialmente las de clase social y religión que organizaban la participación de los ciudadanos en la vida de la comunidad. Hemos ido evolucionando a una sociedad más fragmentada e individualizada donde las afiliaciones a partidos políticos, sindicatos, iglesias e instituciones similares han disminuido de forma significativa. 

Existe una amplia documentación en las ciencias políticas acerca de la decadencia de los partidos de masas, que actuaban como instrumentos fundamentales para la representación y la defensa de intereses sociales y económicos. Los lazos psicológicos y sociológicos que existían entre los partidos y amplios sectores de la sociedad se han debilitado y, como consecuencia de ello, el número de afiliados han disminuido drásticamente, lo mismo que el número de feligreses de las congregaciones religiosas o los afiliados en los sindicatos. Cuando la política estaba estrechamente vinculada a la clase social se creaba una fuerte motivación en los partidarios de los partidos de masas, no solo para ser parte de ellos y demostrarlo electoralmente, sino también formando parte de sus bases e implicándose activamente en la dinámica de la organización política. Estos vínculos se han visto muy debilitados. Evolucionando hacia una mayor individualización de la política. Los líderes son cada vez más importantes, mientras que la importancia de la ideología y la lealtad hacia un grupo ha disminuido. 

Este debilitamiento de los partidos de masas está relacionado con un proceso de cambio social en el cual las divisiones (cleavages) sociales y económicas, que fueron las desencadenantes de la formación de los partidos, se 

han difuminado y fragmentado. Han nacido otros grupos sociales con necesidades específicas, lo cual los hace menos relevantes. 

Un factor determinante de este cambio ha sido la deslocalización de las industrias manufactureras y el cambio del proceso productivo de la economía en las sociedades occidentales que han ido reorientando la actividad económica hacia el sector servicios. Aunque no menos importante ha sido el incremento de la riqueza y el protagonismo de la sociedad de consumo en Occidente, lo que provoca que se haya puesto mayor énfasis en el éxito económico individual que en la defensa política de los intereses de grupo. Consecuencia de esto último puede ser el cambio de tendencia cultural que conduce a lo que Inglehart llamó “postmaterialismo”, que también tiende a socavar las divisiones ideológicas en las que se basaban los antiguos sistemas de partidos. 

Otra posible influencia de la fragmentación es la evolución de los nuevos medios de comunicación, que permiten a los ciudadanos informarse políticamente de forma independiente sin estar subordinados a la información que transciende de los partidos y que ha supuesto también la activación de una dinámica concomitante en las organizaciones políticas al desarrollarse una mayor especialización en los departamentos de comunicación orientados por modernas técnicas de marketing electoral que buscan adaptar el discurso político a los fragmentados perfiles de los electores en la actualidad. La comunicación de masas tradicional era unidireccional (el mensaje se envía de uno a muchos) con Internet y las nuevas tecnologías aplicadas ha surgido una forma de comunicación interactiva (de muchos a muchos), pero más dirigida al individuo y a sus valores individuales que a la conciencia colectiva de los ciudadanos. 

La televisión, medio arquetípico de la comunicación de masas, con la llegada de las tecnologías digitales ha eclosionado en multitud de canales y plataformas. La fragmentación produce un aumento de la personalización del producto y la segmentación de la audiencia. 

Una investigación sueca sobre los efectos de la individualización y su repercusión en el periodismo demostró que hasta 1987 el uso del pronombre “nosotros” era mucho más frecuente que el pronombre “yo”, pero que esta relación se ha invertido desde entonces. 

Finalmente, muchos analistas han argumentado que la globalización también ha debilitado a los partidos al obligarlos a abandonar las posiciones políticas específicas que defendían sus identidades y que, además, limitan su capacidad para proporcionar beneficios directos a sus electores. 

Escrito por Germán Pérez Soberón. 

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